Читать книгу La Reina Roja онлайн | страница 35

Desconcertado por mi interrogación, él se encoge de hombros.

—La necesitas más que yo.

Quiero arrojarle la moneda a la cara, decirle que puedo cuidarme sola, pero una parte de mí no es tan necia. ¿El día de hoy no te ha enseñado nada?

—Gracias —suelto a regañadientes.

No sé por qué, él se ríe de mi renuente gratitud.

—No te ofendas —avanza, se acerca. Es la persona más rara que he conocido—. Vives en la aldea, ¿no?

—Sí —hago una mueca para mí.

Con mi cabello desteñido, mi ropa sucia y mi mirada de frustración, en qué otro lugar podría vivir. Él contrasta vivamente conmigo: camisa fina y limpia, zapatos de piel suave que emiten destellos. No se está quieto mientras lo miro, y juguetea con su cuello. Lo pongo nervioso.

Palidece a la luz de la luna con ojos traviesos.

—¿Te gusta? —me pregunta, para desviar la atención—. ¿Vivir allá?

Su pregunta casi me hace reír, pero parece que él no le ve la gracia.

—¿A alguien le podría gustar? —respondo al fin y me pregunto a qué diablos juega.

Pero en vez de contestar rápido, con una réplica ingeniosa como lo haría Kilorn, se queda callado y una mirada sombría asoma en su rostro.

—¿Ya te vas? —dice de pronto, mientras señala el camino.

—¿Por qué? ¿Te asusta la oscuridad? —inquiero intencionadamente, mientras cruzo los brazos sobre mi pecho, aunque en el fondo me pregunto si no debería tener miedo. Él es fuerte, es rápido y tú estás sola aquí.

Su sonrisa aparece de nuevo, lo cual me hace sentir perturbadoramente tranquila.

—No, pero quiero estar seguro de que tendrás las manos quietas el resto de la noche. No puedes exprimir a la mitad de la taberna, ¿no? Me llamo Cal, por cierto —me tiende la mano.

No se la tomo, pero recuerdo el calor abrasador de su piel. En cambio, echo a andar por el camino, a paso veloz y sigiloso.

—Mare Barrow —le digo por encima del hombro, aunque él no tarda en alcanzarme con sus largas piernas.

—¿Siempre eres así de agradable? —me espolea, me hace sentir como un experimento en observación. Pero la plata fría en mis manos me mantiene serena, me recuerda qué él tiene más en sus bolsillos. Plata para Farley. Qué apropiado.


Представленный фрагмент книги размещен по согласованию с распространителем легального контента ООО "ЛитРес" (не более 15% исходного текста). Если вы считаете, что размещение материала нарушает ваши или чьи-либо права, то сообщите нам об этом.