Читать книгу La Reina Roja онлайн | страница 38

—¿Por qué no usan las fichas lec que les traigo?

En respuesta, papá saca de su camisa una ficha de racionamiento y la mete en la caja. Normalmente esta cosa se pondría en marcha echando chispas, pero nada sucede. Está descompuesta.

—No sirve —suspira y se recuesta en su silla.

Ambos miramos la caja de electricidad sin saber qué decir, sin querer movernos, sin el menor deseo de subir. Papá huyó como yo, incapaz de quedarse en casa, donde de seguro mamá se está lamentando por Gisa, llorando por los sueños perdidos, mientras mi hermana intenta no seguirla.

Sacude la caja, como si golpear esa maldita cosa pudiera devolvernos la luz, el afecto y la esperanza. Sus movimientos son cada vez más hostiles, más excesivos, hasta irradiar cólera. No contra mí ni contra Gisa, sino contra el mundo. Hace mucho tiempo nos llamó hormigas, hormigas rojas que arden bajo la luz de un sol plateado. Destruidos por la grandeza de otros, perdimos la batalla por nuestro derecho a existir debido a que no somos especiales. No evolucionamos como ellos, con facultades y fortalezas que vayan más allá de nuestra limitada imaginación. Seguimos siendo los mismos, estancados en nuestro cuerpo. El mundo cambió a nuestro alrededor, pero nosotros seguimos siendo los mismos.

De repente yo también me enojo y maldigo a Farley, a Kilorn, al alistamiento, y a cualquier cosa que se me viene a la mente. La caja de metal está fresca al tacto, ya que hace tiempo que ha perdido el calor de la electricidad. Pero en lo hondo del mecanismo aún hay vibraciones, a la espera de que se les vuelva a encender. Me concentro en la búsqueda de la energía eléctrica, en recuperarla para probar que aun algo tan pequeño puede marchar bien en un mundo que va tan mal. Mis dedos topan con algo afilado que hace que mi cuerpo se estremezca. Un alambre expuesto o un falso contacto, me digo. Lo siento como un alfilerazo, como una aguja que se me clavara en los nervios pero no duele.

Por encima de nosotros la luz del zaguán regresa con un zumbido.


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