Читать книгу La Reina Roja онлайн | страница 39

—Bueno, ya era hora… —dice papá entre dientes.

Da vuelta en el lodo, avanza rodando de nuevo hacia la polea. Yo lo sigo en silencio, sin querer mencionar la razón de que ambos temamos permanecer en el sitio que llamamos hogar.

—Ya basta de huir —dice, y se engancha en el aparato.

—Ya basta de huir —confirmo, más para mí que para él.

El equipo rechina a causa de la presión y sube a mi padre al zaguán. Yo subo más rápido por las escaleras, así que lo espero arriba, donde, sin decir palabra, lo ayudo a zafarse.

—¡Vaya porquería! —rezonga cuando desprendemos por fin el último broche.

—A mamá le encantará saber que saliste de casa.

Él voltea a verme con dureza, me toma de la mano. Aunque ya casi no trabaja, reparando baratijas y tallando en madera para los chicos, sus manos siguen estando ásperas y encallecidas, como si acabara de regresar del frente. La guerra no se va nunca.

—No se lo digas a tu madre.

—Pero…

—Sé que parece una nadería, pero es mucho. Ella creerá que es un pequeño paso en un largo camino, ¿sabes? Primero salgo de casa en la noche, luego durante el día, más tarde voy al mercado con ella como hace veinte años. Después, las cosas vuelven a ser como antes —sus ojos se nublan al decir esto y se esfuerza por no dejar de hablar con voz baja y serena—. Nunca mejoraré, Mare. Jamás voy a sentirme mejor. No puedo darle esperanzas a tu madre, no cuando sé que nunca se cumplirán. ¿Entiendes?

Demasiado bien, papá.

Él sabe lo que la esperanza me ha hecho a mí, y se dulcifica.

—¡Cómo quisiera que las cosas fueran distintas!

—Todos querríamos que fuera así.

Pese a las sombras, puedo ver la mano fracturada de Gisa cuando subo al desván. Ella suele dormir hecha un ovillo, enrollada bajo una manta ligera, pero ahora está tendida bocarriba, con el brazo lesionado sobre un montón de ropa. Mamá la volvió a entablillar, lo que mejoró mi modesto intento de ayuda, y el vendaje está recién hecho. No necesito luz para saber que su pobre mano está llena de moretones. Duerme inquieta, se mueve en la cama, pero su brazo permanece inmóvil. Hasta dormida, le duele.


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