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—Kandel, venga y siéntese con nosotros —lo llamó Drimer.

Quería calmar a Bronda, pero, a decir verdad, cuál era su voluntad. Una vez le dijo que si tuviera dinero alquilaría una terraza alargada. Sin darse cuenta, sus pies lo arrastraron. Se marchó. Una brisa fresca vino a su encuentro al bajar la cuesta. Y dio con el sótano de Bronda. La puerta estaba abierta. Una tenue oscuridad iluminaba la mesa y el banco. Entró lentamente sin quitarse los zapatos. Se acurrucó envuelto en la manta desflecada de lana de oveja. Y un plácido frío, como la nieve, se arrastró por su cuello. Tiró de la manta hasta cubrirse la cabeza y quedó envuelto.

Traducción de Marta Lapides

Pasillos

kim keun

corea

Hacia el estómago voy, comenzando con las fieras mandíbulas y acabando en el sagrado ojo del culo, me mete a la fuerza y en este tubo largo y redondo no hay escamas ásperas y centellantes, sólo carne suave, suelo y paredes en flácida fluctuación, con puertas que cuelgan de una negra humedad, tantas puertas y cada una con su viscoso picaporte, cuyas direcciones desconozco y, pues, quién puede decir si las puertas abren hacia adentro o hacia afuera, quién puede decir si este lugar está dentro de su estómago o dentro del mío, si yo soy alimento, o él, el alimento de aquél, si soy yo o somos él y yo el almuerzo de otro con pedazos pequeños de carne dispersa a lo largo del hueso, me refiero a la carne de mi cuerpo que aún no ha sido digerida y huele fétida y podrida y desde las fieras mandíbulas, afuera de su tiempo y del mío, él traga un tazón de saliva babeando de un caballo cayendo como la lengua de un perro en la canícula y aunque hemos llegado aquí no podemos ni entrar ni salir así que tendremos que quedarnos hasta que el viento del sagrado ojo del culo salga siseando y él me meta a la fuerza a su estómago, cada vez más hondo mientras que el viento huele a viudo que ha permanecido fiel a su esposa muerta toda su vida, tomando con brusquedad mi mano delgada, gira el resbaladizo picaporte y en un relampagueo su cara cambia a algo que no es ni completamente ajeno a él ni tampoco del todo parecido antes de hacerse borrosa de nuevo. Me pareció que había demasiadas condenadas puertas y picaportes aunque quizá no había nada de eso. Finalmente, aquí, dentro de este lánguido estómago que se retuerce sin cesar ni totalmente adentro ni totalmente afuera sin saber siquiera mi propio paradero, yo...


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