Читать книгу Cuentos de Asia, Europa & América онлайн | страница 115
—¿Por qué se quiere matar, Mónica? —preguntó el médico, que era un muchacho muy jovencito.
Mónica pensó que no era momento de mencionarle la historia de Lucrecia y el prestigio que el suicidio tenía en la Antigüedad. En cambio, le dio la receta de las galletitas de manteca con semillitas de amapola, le habló sobre la muerte de su hijo, hacía tantos tantos años, y de lo lindo que era encontrarse a tomar whisky con sus amigas, aunque a ella le diera sueño enseguida. Mónica no se sentía ni mejor ni peor que antes de entrar, pero el médico y Quita la felicitaron por su «excelente evolución». Primero iba a empezar a salir unas cuantas horas por día y el lunes volvería a su casa.
—La novedad, tía, es que arreglé con la señora de la limpieza para que venga todo el día.
Mónica se sobresaltó un poco. ¿Cómo le iban a pagar tantas horas? Pero su sobrina había hecho un arreglo por mes que no era tan terrible y le ofrecía pagarle la diferencia. Mónica tenía un poco de miedo de que la señora de la limpieza se creyera la dueña de casa y la empezara a mandonear, pero no se lo quiso decir a Quita, que parecía tan contenta. En la primera salida fueron a la peluquería.
El día en que volvió a su casa se sentía de fiesta y a la noche siguiente organizó un cafecito para después de la cena con Elisa y María Elena.
—¿Qué tal las vacaciones? —preguntó María Elena
—El paisaje no valía nada —dijo Mónica—. Pero conocí mucha gente interesante y, sobre todo, descansé.
—No tomaste nada de sol —comentó Elisa.
—¡Claro que no! Una locura, a nuestra edad. Hasta para andar por la calle me ponía pantalla total.
—¿La pasaste bien? —preguntó María Elena.
Mónica reflexionó un momento, tratando de que las escenas de la Antigüedad grecorromana interfirieran lo menos posible con las imágenes de Teresita y ella del bracete, caminando de un lado al otro por el pasillo verde del pabellón psiquiátrico.
—Es lindo cambiar de aire —les dijo, con mucha sinceridad—. ¡Pero también es muy lindo volver a casa! Una vez, ya les voy a contar, ayudé a salvar a un ahogado.