Читать книгу Cuentos de Asia, Europa & América онлайн | страница 123

Su nombre, si a alguien le importa, era Clapham. «Como la estación Clapham Junction, viejo. Siguiente parada, Battersea. Me ha ido demasiado bien», confesaría con una sonrisa falsa a quien fuera que lo escuchara en los bebederos mosqueados que frecuentaban los expatriados. «Cuna de oro, nunca me manché las manos, ni me esforcé en los exámenes. Superficial, ése era mi problema. Un encantador terrible, bailaba con todas las chicas feas, pensaba que era mi deber hacerlo, una vida desperdiciada, sin duda», confiaría, como si formulara el epitafio de un amigo querido que, daba el caso, era él mismo.

Pero estaba engañando al lector un poco: la persona a la que en verdad lloraba era a su esposa muerta. Lo sabía yo entonces y lo supe años después. Era un hombre en busca de un amor muerto.

Clavé este pasaje junto al título, donde fue acumulando polvo durante años, hasta que desclavé todo y lo guardé en un archivo de causas perdidas. Al leerlo ahora, y al compararlo con la novela que eventualmente escribí, percibo similitudes que me sorprenden. Primero, por razones que sólo puedo suponer, hace mucho decidí situar la nueva novela en el continente africano, y cuando me puse a trabajar continué con esa idea. La novela sucede en el presente: es decir, en la cleptocracia del presidente Moi, que lleva veintitantos años en el poder, y en Kenia que, social y económicamente, se está yendo poco a poco al diablo. Segundo, cuando construí a mi personaje Justin lo hice tan británico como Mr. Clapham, e igual de caballero, pero todavía no un fracasado —más bien, un diplomático británico acomodadizo en Nairobi que aguarda el momento de su jubilación. Da lo mismo; el «Clapham, como la estación» es sin duda una versión preliminar del personaje que hace un par de años, con el nombre de Justin, se apareció en la novela y la hizo suya, con todo y la jardinería. Mr. Clapham es lo que Justin habría sido de no haberse casado con una mujer así de joven, como insistió en hacerlo en la novela; si se hubiera retirado joven, viviera de su propia fortuna y se asentara como un expatriado británico más, con un sobrante de vida por gastar.


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