Читать книгу La Reina Roja онлайн | страница 53
La Casa de Rhambos habla de nuevo:
—¡Colosa!
Bajo nuestra presencia, la pequeña Rohr destruye en un instante el escenario y convierte las estatuas en pilas de polvo al tiempo que resquebraja el suelo que pisan las plantas de sus pies. Es como un terremoto en forma modestamente humana que lo destruye todo a su paso.
Así que de esto trata el concurso.
Una puesta en escena violenta, hecha para exhibir la belleza y el esplendor de las jóvenes, y su fuerza. La hija más talentosa. Esto es una demostración de poder, con el objeto de enlazar al príncipe con la mujer más impactante, para que sus hijos puedan ser los más fuertes. Y así ha sido desde hace cientos de años.
Me estremezco de sólo pensar en la fuerza del dedo meñique de Cal.
Él bate palmas cortésmente cuando la joven Rohr concluye su despliegue de destrucción organizada y regresa a la rampa. La Casa de Rhambos la vitorea mientras ella desaparece.
Después llega Heron, de la Casa de Welle, la hija de mi gobernador. Es alta, de rostro semejante al de la garza homónima.ssss1 La tierra removida fluctúa en torno suyo mientras ella reconstruye el escenario. “Guardaflora”, canturrea su familia. Una verdosa. Bajo su mando, los árboles crecen en un abrir y cerrar de ojos, hasta rozar con sus copas el escudo de rayos. Ahí donde las ramas lo tocan, éste despide chispas y prende fuego a los retoños. La chica siguiente, una ninfa de la Casa de Osanos, no se queda atrás. Usa las fuentes convertidas en cascadas para apagar el fuego contenido del bosque con un huracán de rápidos, hasta que sólo quedan árboles carbonizados y tierra abrasada.
Esto continúa durante lo que parecen horas. Cada chica sale a demostrar su valor, y todas topan con un auditorio cada vez más destruido, pero han sido entrenadas para hacer frente a cualquier cosa. Varían en edad y apariencia, pero todas son deslumbrantes. Una de ellas, de apenas doce años de edad, hace estallar todo lo que toca como si fuera una bomba ambulante. “¡Olvido!”, clama su familia, describiendo su poder. Mientras ella elimina la última de las estatuas blancas, el escudo de rayos se mantiene firme. Sisea contra el fuego de la jovencita, y el ruido rechina en mis oídos.