Читать книгу La Reina Roja онлайн | страница 47

Doy gracias al cielo por mis pies, que nunca me han fallado. Paso casi saltando entre el gentío, bailando en medio de los cuerpos diligentes mientras el corazón me late con fuerza en el pecho. En vez de robarles, estoy aquí para servirles. La Mare Barrow de la semana pasada no sabría si reír o llorar de esta versión de sí misma. Pero ella fue una tonta, y ahora pago el precio de su estupidez.

—¿Señor? —pregunto ante el patriarca que pidió el servicio. Aunque mentalmente me propino un par de insultos. No digas nada, es la primera regla, y ya la he incumplido.

Él no parece notarlo y se limita a alzar un vaso de agua vacío con mirada de aburrimiento.

—Juegan con nosotros, Ptolemus —se queja ante un joven musculoso que tiene a su lado y el cual imagino que es el desafortunado portador del nombre Ptolemus.

—Un alarde de poder, padre —señala éste; se termina su propio vaso, me lo tiende y lo tomo sin pensarlo—. Nos hacen esperar porque pueden.

Aluden a la familia real, que aún está por hacer acto de presencia. Pero oír a estos Plateados hablar así de ella, con tanto desdén, resulta desconcertante. Los Rojos insultamos al rey y los nobles si podemos salirnos con la nuestra, pero pienso que ése es nuestro derecho exclusivo. Estas personas no han sufrido un solo día en su vida. ¿Qué problemas podrían tener entre ellas?

Quiero quedarme y escuchar, pero hasta yo sé que eso va contra las reglas. Me vuelvo y subo los escalones hasta la salida. Aquí hay una pileta oculta detrás de unas flores de color vivo, quizá para que yo no tenga que atravesar el pretendido ruedo a fin de reabastecerme de agua. Pero en este momento se oye cómo un tono metálico y agudo recorre el lugar, muy parecido al que da principio a las fiestas del Primer Viernes. Resuena en varias ocasiones y deja oír una melodía suntuosa que anuncia sin duda la entrada del rey. Todas las Grandes Casas se ponen de pie, les guste o no. Veo que Ptolemus le vuelve a murmurar algo a su padre.

Desde mi atalaya, escondida detrás de las flores, estoy al nivel del palco del monarca, un poco más atrás. Mare Barrow, a sólo unos metros del rey. ¿Qué pensaría mi familia o Kilorn al respecto? Este hombre nos manda a la muerte y yo me he convertido sin más ni más en su ayudante. Qué asco.


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