Читать книгу La Reina Roja онлайн | страница 44

—¿Adónde vamos? —pregunto por fin.

Casi consigo oír el desaliento de Walsh cuando se vuelve hacia mí, confundida:

—A la Mansión del Sol, por supuesto.

Por un segundo, creo sentir que mi corazón se detiene.

—¿Que qué? ¿Al palacio, al mismo palacio?

Ella golpetea la insignia en su uniforme. La corona titila bajo la escasa luz.

—Ahora estás al servicio del rey.

Tienen un uniforme listo para mí, pero apenas reparo en él. Estoy demasiado asombrada por lo que me rodea, la piedra de color marrón claro y el centellante piso de mosaico de esta sala olvidada en la casa de un rey. Otros sirvientes pasan trajinando en un desfile de uniformes rojos. Examino sus caras, busco a Cal para darle las gracias, pero él no aparece por ningún sitio.

Walsh permanece a mi lado, me susurra algunos consejos.

—No digas nada. No oigas nada. No hables con nadie porque nadie hablará contigo.

Casi no distingo sus palabras; los dos últimos días han sido un desastre para mi corazón y mi espíritu. Siento que la vida simplemente decidió abrir las compuertas para que me ahogara en un torbellino de vueltas y revueltas.

—Llegaste en un día muy agitado, quizás el peor que veremos nunca.

—Vi las embarcaciones y las naves aéreas… Los Plateados han venido río arriba durante semanas —digo—. Más que de costumbre, aun para esta época del año.

Walsh me apresura, y pone en mis manos una charola de copas relucientes. Seguro que estos utensilios podrían comprar mi libertad y la de Kilorn, pero la Mansión está protegida en cada puerta y ventana. Yo no podría escapar jamás en medio de tantos agentes, ni siquiera con todas mis habilidades.

—¿Qué sucederá hoy? —pregunto tontamente. Un mechón de mi cabello oscuro cae sobre mis ojos, y antes de que yo pueda quitarlo, Walsh lo retira y lo sujeta con un brochecito, con movimientos rápidos y precisos—. ¿Es una pregunta idiota?

—No, yo tampoco lo sabía hasta que empezamos a prepararnos. Después de todo, no se ha celebrado un acto igual en los últimos veinte años desde que la reina Elara fue escogida —habla tan rápido que sus palabras casi se funden entre sí—. Hoy es la prueba de las reinas. Las hijas de las Grandes Casas, las mejores familias plateadas, han venido a ofrecerse al príncipe. Esta noche habrá un gran banquete, pero por ahora ellas están en el Jardín Espiral, arreglándose para presentarse, esperando ser elegidas. Una de esas chicas será la próxima reina, y ellas están dispuestas a cualquier cosa con tal de recibir la oportunidad.


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