Читать книгу Antología 10: Planes divinos онлайн | страница 32
Me refugié en el fútbol, deporte en el cual alcancé una notoria fama a nivel local en mi provincia. Todos los fines de semana mi nombre aparecía en periódicos, revistas y programas deportivos, tanto de radio como de televisión.
A los veintiocho años y con una dilatada carrera futbolística, tuve una lesión importante: rotura de ligamentos. Esto me alejó de las canchas por varios meses, y entré en una depresión que invadió mi vida por no poder hacer lo que más me gustaba.
Esto quedó plasmado en un cuadro que todavía cuelga en mi hogar, y que escribí tiempo después de mi operación, donde dice: “Señor, déjame correr tras mis sueños porque entre esta pelota y yo hay un romance que es tan eterno como tu amor”. Realmente aún no había experimentado conocerle, y como declara el libro de Job, “solo de oídas te conocía”.
Una noche en mi habitación tuve una visión totalmente real. Jesucristo se presentó a los pies de mi cama. No podía mirarlo, ya que el resplandor de sus ojos era como llamas de fuego y sus vestiduras eran blancas y luminosas. Solo atiné a poner mi brazo cubriendo mis ojos, aunque no tuve temor alguno.
Escuché su voz como un estruendo pronunciar por única vez: “Ahora me tienes que servir a mí”. Fueron las únicas palabras que escuché, pero llenaron mi vida y resuenan hasta el día de hoy en mi alma. Esa noche, un fuego llenó mi vida y fue la presencia del Espíritu Santo. No paraba de llorar.
A la mañana siguiente, un compañero de trabajo llegó a visitarme y, ¡oh, casualidad!, además era pastor. Le conté lo vivido esa noche y me orientó en la experiencia que tuve, haciéndome aceptar al Señor. Inmediatamente comencé a congregarme.
El Espíritu Santo era notorio en mi vida. En cada reunión mi ser se llenaba más de Él. Recuerdo que un día viajamos a una localidad pequeña para visitar una iglesia humilde con unos pastores ancianos. Llegamos a las seis de la mañana. Esa iglesia tenía el piso de tierra, pero eso no impidió que nos arrodilláramos seis hermanos y los pastores.