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En lo profundo de minas insondables

Hechas con una habilidad que nunca falla,

Atesora Sus resplandecientes designios

Y obra Su soberana voluntad.

No juzguen al Señor con sus débiles sentidos,

Sino confíen en Él por Su gracia;

Detrás de una ceñuda providencia

Él esconde un rostro sonriente.

Sus propósitos pronto madurarán,

Revelándose hora tras hora;

El capullo podrá tener un amargo sabor,

Pero dulce va a ser la flor.

La incredulidad ciega yerra con toda seguridad,

Y escudriña Su obra en vano;

Dios es Su propio intérprete,

Y es Él quien nos lo explicará todo21.

David Brainerd compartía la confianza de Cowper en que Dios gobernaba todo lo que le sucedía. Esto despertó en él lo que llamó una “dulce resignación” en todos sus extraordinarios sufrimientos con la tuberculosis y soledad y peligros y toda clase de privaciones lejos de la civilización. Escribió en su diario el domingo 10 de marzo de 1744: “Mi alma estaba dulcemente resignada a lo que Dios dispusiera de mí, en todos los aspectos; y vi que nada me había sucedido que no fuera lo mejor para mí”22. Incluso las desilusiones de ministrar en una condición espiritual “seca y estéril” las vio como algo dentro de los designios del cuidado de su Padre:

Le agradó a Dios dejar que yo estuviera muy seco y estéril; tanto que no recuerdo haber sido enderezado de tal forma durante los últimos doce meses seguidos. Dios es justo, y Él ha hecho que mi alma acepte Su voluntad en este aspecto. Es contrario a la “carne y sangre” estar alejado de toda libertad en medio de un amplio auditorio [audiencia], donde las expectativas son muy altas; pero así eran las cosas conmigo: y Dios me ayudó a decir “Amén” a ello; buena es la voluntad del Señor23.

Si alguien comienza a preguntarse si tal sumisión a la voluntad soberana de Dios sobre todas las cosas produciría un fatalismo pasivo, todo lo que tiene que hacer es mirar honestamente la vida de Brainerd. Produjo lo opuesto. Él fue facultado para seguir adelante contra inmensos obstáculos con la confianza de que Dios estaba obrando a su favor en cada prueba. “Esto, por medio de la gracia, puedo decir en el presente, con respecto a la vida o la muerte: ‘Que el Señor haga conmigo como bien le parezca’”24.


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