Читать книгу La Sonrisa Escondida de Dios онлайн | страница 16
Un día, mientras entraba al campo… esta frase cayó sobre mi alma. Tu justicia está en el cielo. Y pienso que además vi con los ojos de mi alma a Jesucristo a la diestra de Dios; allí, digo, estaba mi justicia; de manera que dondequiera que estuviera, o hiciera lo que hiciera, Dios no podría decir de mí: él carece de mi justicia, porque la tenía justo delante de Él. También vi, además, que no era mi buen corazón el que haría mejor mi justicia, ni tampoco mi mal estado de ánimo el que la hacía peor, porque mi justicia era el propio Jesucristo, “el mismo ayer, y hoy, y por los siglos”, Hebreos 13:8. Entonces sí que cayeron las cadenas de mis piernas. Fui liberado de mis aflicciones y mis hierros… Ahora también me volví a casa regocijándome por la gracia y el amor de Dios38.
“Creo que habría muerto con gratitud y gozo”
El fundamento sólido de Los treinta y nueve artículos de religión de la iglesia de Inglaterra (formulados en 1571) había existido por casi 150 años cuando William Cowper, el anglicano, experimentó el poder de su verdad sobre la justificación. El artículo 11, “Sobre la justificación del hombre”, dice:
Ante los ojos de Dios somos estimados como justos pero sólo por el mérito de nuestro Señor y Salvador Jesucristo por medio de la fe y no por nuestras propias obras o merecimientos. Por lo cual el hecho de que estamos justificados por la fe es sólo una doctrina muy benévola y reconfortante…39.
Ciertamente era consuelo para el joven Cowper que había sido enviado a un manicomio por su depresión suicida. Allí, un hombre de Dios le presentó las verdades del evangelio una y otra vez. lentamente, Cowper comenzó a sentir algo de esperanza. Un día abrió la Biblia al azar, y el primer versículo que vio fue Romanos 3:25, “A quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados”. Él marca su conversión a partir de este momento, porque, como él dice,
De inmediato recibí la fortaleza necesaria para creerlo, y los rayos del Sol de Justicia resplandecieron sobre mí. Vi la suficiencia de la expiación hecha por Él, mi perdón sellado en Su sangre, y la plenitud y totalidad de Su justificación. En un instante creí, y recibí el Evangelio… Si no me hubiera sostenido el brazo del Todopoderoso, creo que habría muerto con gratitud y gozo. Se me llenaron los ojos de lágrimas, y mi voz quedó entrecortada por la gran emoción que sentía; lo único que pude hacer fue mirar al cielo en silencioso temor, abrumado por el amor y asombro40.