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¿Diseña Dios el sufrimiento para Sus hijos?

Pero muchos tropiezan con la palabra diseño. ¿Sería el sufrimiento el diseño de Dios? ¿Podemos hablar de esa manera? ¿O deberíamos hablar de Dios trabajando con lo que se le ha dado? En otras palabras, ¿Dios supervisa y maneja los asuntos del mundo de manera que podemos hablar del sufrimiento como Su voluntad y Su designio, o Él maneja el mundo, más bien, como un jugador de ajedrez que no decide cuáles son los movimientos de Su contrincante, pero siempre puede controlarlos y convertirlos en bien? ¿Planifica Dios el lugar del sufrimiento en la vida de Sus hijos con buenos fines, o está Él siempre en la posición de responder al dolor que otras fuerzas le dan para utilizar?

Todos los cisnes en este libro cantan al unísono sobre esta pregunta. Dios gobierna el mundo y todo lo que sucede en él, con propósito y diseño para el bien de aquellos que le aman. Esta fue la última lección que Job aprendió de todo su sufrimiento: “Respondió Job a Jehová y dijo: Yo conozco que todo lo puedes, Y que no hay pensamiento que se esconda de ti” (Job 42:1-2). Satanás puede desempeñar su papel perverso en el drama y llevarse a los hijos de Job y herirlo con sarna de pies a cabeza, pero Job no le dará a Satanás la eminencia como causa primera de todo. Esto solo le pertenece a Dios, incluso si no podemos entenderlo por completo. Cuando los diez hijos de Job murieron aplastados, él “se postró en tierra y adoró, y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito” (Job 1:20-21). A esta increíble confesión de que Dios se había llevado a sus hijos, el autor del libro responde con confirmación: “En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno” (Job 1:22). Del mismo modo, incluso cuando el texto dice explícitamente que “Satanás… hirió a Job con una sarna maligna”, la respuesta de Job fue, “¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?”. Y nuevamente el autor endosa la teología de Job con las palabras, “En todo esto no pecó Job con sus labios” ( Job 2:7, 10).


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