Читать книгу Cuentos de Asia, Europa & América онлайн | страница 97

Aprendimos que el gobierno decidía quién era dueño de esa maravillosa tierra. Un día vimos a un peón del babu Chaitanya Mahakur Mahasay trabajar ahí. Al pedir una explicación, se nos informó que la tierra ahora le pertenecía al honorable terrateniente.

Tiempo atrás, Chaitanya se había hecho de las escrituras de nuestra tierra (podía solicitarlas «en nombre de sus trabajadores») a pesar de que no era suya, de que no tenía derecho a ella. Acumuló tanta propiedad de este modo que se había pasado del límite permitido por la ley, así que el gobierno se la quitó, pero le dio una buena compensación. Después, mediante un sistema llamado patta, se le devolvió la escritura de la tierra.

No sabía de la existencia de esa escritura. Por años, nosotros habíamos cultivado la tierra. No tengo idea de cuándo Chaitanya se había hecho «dueño» de ella, cuándo se la había quitado el gobierno y cuándo había logrado sacarle dinero por eso y después recuperar la escritura de todos modos.

—¡Esa tierra es de nuestros ancestros! —protesté.

El oficial de gobierno sonrió y dijo:

—No mienta. La escritura está a nombre del babu Chaitanya.

Todo se resumía en los documentos. El muy respetable Chaitanya Mahakur jamás había pisado nuestra tierra, pero había logrado sacarle dinero al gobierno por ella y mandar hacer la escritura a su nombre con facilidad.

—No entiendo los documentos. Esta tierra es nuestra.

Chaitanya agitó los papeles frente a mí. Y después llegaron los oficiales.

Resulta que un pedazo de papel vale más que una vida humana, a pesar de las mentiras y verdades a medias que dice. Ese día se derramó sangre en la tierra de nuestros ancestros, pues una bala hizo trizas mi mano derecha.

El gobierno salió victorioso. Chaitanya Mahakur era dueño de nuestra tierra. Durante la pelea, un oficial de policía mató a mi querido Hari Ramey Bagdi. ¡Trataba de defendernos nada más! El juez determinó que los oficiales eran inocentes, pues habían respetado la ley al mostrar los documentos relevantes. La defensa de nuestra tierra me había costado una mano; a mi amigo, su vida.


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