Читать книгу Cuentos de Asia, Europa & América онлайн | страница 94

Puede que surjan confusiones por nuestras identidades y eso podría ser causa de alegría para algunos, pero esa alegría se puede convertir en nuestra miseria. Por lo tanto, es esencial que dejemos todo claro y protejamos nuestro futuro.

Si hablamos de tribus, somos de los santhal, de complexión negra. A mí, el donante, me falta una mano. Ya hablaré de eso. Tú, Sahebmari Baske, mi donatario, mi heredero, recuerda que esta tierra india, esta República de la India, es el lugar donde naciste. Tus ancestros fueron los primeros habitantes de este país y de ahí surge mi derecho a redactar un acta. Tendrás felicidad si la aceptas.

Al ser mi nieto, heredaste mi nombre igual que yo el de mi abuelo. Así recordamos nuestro pasado. En otras palabras, así se hizo para inmortalizar a nuestro ancestro. Nieto mío, nunca olvides que la sangre de este ancestro que nunca conocimos, pero conmemoramos, ese hombre santhal, vive en ti.

Espero que continúes la tradición para que su recuerdo nos acompañe y que su vida nos inspire. Hablemos, pues, de ella para que nos agudice la visión y nos libre de ilusiones.

Recuerda que este Sahebmari Baske en particular nació en algún momento del pasado aquí mismo en el distrito de Sonari Mara. Desconozco su nombre original, pero sé que se lo cambiaron después de que mató a un saheb, un hombre blanco.

A los babus, la gente educada, les parece ofensivo. Dicen que está ligado a un terrible asesinato, que trae consigo cierta violencia, que usarlo es alentar la barbarie. Por eso nos es difícil llevar una vida simple y sin complicaciones. Para ellos, los santhal son una de las razas más inocentes; creen que tienen mentes tan claras como los manantiales. Nuestro nombre es mugre en sus aguas transparentes; priva a los santhal de toda inocencia.

Querido nieto, hemos aprendido en el mundo material que la forma en la que nos ven los babus y la gente respetable puede causarnos muchas penas. Hasta cierto punto, esta inocencia es la razón por la que uno pierde todos sus derechos. Por lo tanto, que ni nos preocupe lo que ofende a los demás. Si la inocencia es la incapacidad de entender y pelear por nuestros derechos, librémonos de ella y recordemos la vida de Sahebmari Baske, el primero de nosotros.


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