Читать книгу La Reina Roja онлайн | страница 63
—¿Era usted? —pregunto casi chillando, y alzo los brazos de nuevo para sostener mi cabeza—. ¿Estuvo usted en mi mente? ¿En mis recuerdos? ¿En mis pesadillas?
—Si quieres conocer a alguien, conoce sus temores —parpadea frente a mí como si yo fuera una tonta—. Además, tenía que saber con qué estamos tratando.
—No soy un objeto.
—Lo que eres aún está por verse. Pero deberías dar gracias de una cosa, niña relámpago —dice ella con sorna, y apoya la cara contra las rejas. Las piernas se me engarrotan de repente, pierdo toda sensación, como si me hubiera sentado mal. Como si estuviera paralizada. El pánico sube por mi pecho mientras veo que ni siquiera puedo mover los dedos de los pies. Así ha de ser como se siente papá, inútil y abatido. Pero, de un modo u otro, consigo levantarme, y mis piernas se vuelven a mover, para llevarme hasta las rejas. La reina me mira desde el otro lado. Pestañea al compás de mis pasos. Ella es un susurro y juega conmigo. Cuando estoy lo bastante cerca, toma mi cara entre sus manos. Yo me quejo mientras el dolor en mi cabeza se multiplica. ¡Qué no daría ahora por la simple condena del reclutamiento!—. Hiciste eso frente a cientos de Plateados, personas que formularán preguntas, personas con poder —sisea ella en mi oído, y mi cara queda envuelta en su aliento empalagoso—. Ésa es la única razón de que sigas viva.
Aprieto las manos e invoco de nuevo el relámpago, pero no aparece. Ella sabe lo que hago y ríe con desfachatez. Detrás de mis ojos explotan estrellitas que nublan mi vista, pero oigo cómo la reina se marcha en un torbellino de seda rumorosa. Recupero la vista justo cuando su vestido desaparece al dar la vuelta a una esquina, y me quedo completamente sola en la celda. Apenas consigo volver a la banca, contengo el impulso de vomitar.
El agotamiento me acomete en oleadas, comienza por los músculos y se hunde en mis huesos. No soy más que un ser humano, y los humanos no estamos hechos para enfrentar días como hoy. Sobresaltada, reparo en que mi muñeca está descubierta. La cinta roja ha desaparecido, me la quitaron. ¿Qué podría significar esto? las lágrimas luchan por salir, pero no voy a llorar. Me queda mucho orgullo todavía.