Читать книгу La Reina Roja онлайн | страница 59

El primer tramo de escaleras que encuentro sube a un largo salón con espejos. Pero aquí también hay cámaras, situadas en las esquinas del techo como grandes bichos oscuros.

Una salva de disparos hace explosión sobre mi cabeza, lo que me obliga a arrojarme al suelo. Dos centinelas, con uniformes del color de la lumbre, hacen trizas un espejo para arremeter contra mí. Son como los de Seguridad, me digo. Torpes agentes que no te conocen. Que no saben qué puedes hacer.

Pero tampoco yo sé qué puedo hacer.

Como ellos esperan que corra, hago lo contrario y los embisto. Sus armas son grandes y potentes, pero voluminosas. Antes de que puedan disponerlas para disparar, aturdir o ambas cosas, yo me deslizo de rodillas por el terso piso de mármol entre los dos gigantes. Uno de ellos grita tan fuerte tras de mí que convierte otro espejo en una tormenta de vidrio. Cuando logran cambiar de dirección, yo ya estoy lejos, corriendo otra vez.

Hallar por fin una ventana es una bendición y una maldición al mismo tiempo. Derrapo y paro frente a un panel gigantesco de cristal de diamante, con vista al ancho bosque. Está justo ahí, al otro lado, más allá de una pared impenetrable.

Bueno, manos, éste podría ser un buen momento para que hagan lo que ustedes saben hacer. Pero nada sucede, desde luego. Nada sucede cuando más lo necesito.

Una oleada de calor me toma por sorpresa. Al voltear, veo que un muro rojo y naranja se aproxima, y sé que los centinelas han dado conmigo. Pero el muro está caliente, titilante, casi compacto. Fuego. Y viene directo hacia mí.

Mi voz es débil, apenas audible, desesperada, cuando yo misma río de mi apuro.

—¡Vaya, qué maravilla!

Me vuelvo para salir corriendo, pero choco con un muro amplio de tela negra. Varios brazos fuertes me envuelven y me sujetan mientras trato de zafarme. ¡Electrocútalo! ¡Quémalo!, grito en mi cabeza. Pero no pasa nada. El milagro no va a volver a salvarme.

El calor aumenta y amenaza con dejar sin aire mis pulmones. Hoy sobreviví al relámpago; no quiero tentar a la suerte con el fuego.


Представленный фрагмент книги размещен по согласованию с распространителем легального контента ООО "ЛитРес" (не более 15% исходного текста). Если вы считаете, что размещение материала нарушает ваши или чьи-либо права, то сообщите нам об этом.