Читать книгу Antología 10: Planes divinos онлайн | страница 24

Reflexiono y pienso: valió la pena cada lágrima, sentirme sucia, despreciada, tan sola, haber llegado al borde del abismo. Porque sí había luz al final, sí había amor y consuelo, sí había un Padre amoroso, decidido a darme identidad y a perdonar todos mis pecados.

Cuando Dios me cambió, lo hizo de una manera extrema. Mi percepción de las cosas ya no volvió a ser la misma. Había cambiado mi visión. ¡Veía todo con tanto optimismo! Luego, aprendí que eso era fe. Empecé a tener esos momentos incomparables, donde solo nos limitamos a escuchar Su voz, a tener intimidad con Él.

Al año de congregarme, Dios hizo el milagro más grande que pudiera imaginar: salvó de la muerte a mi hija, quien sufrió una aneurisma cerebral. Durante ese proceso, el Padre Celestial nos dio fuerzas para superar cada hora y cada día, hasta que la sanó por completo.

No puedo dejar de recordar una experiencia respecto a esto. Estaba internada en Rosario (provincia de Santa Fe) con mi hija. Iba frecuentemente a la sala de espera a escuchar alabanzas y a orar. Una noche, orando, vinieron a mí recuerdos de la que había sido mi vida, mi pasado sin Dios, y me vi en ese momento, en ese tremendo proceso, pero con Él.

Estaba segura de dos cosas: no quería volver a vivir esa vida antigua y no quería un presente ni un futuro sin Él. Ahora gozaba de Su presencia. Y aunque estaba pasando el peor momento de mi vida, ya que mi hija estaba al borde de la muerte, podía ver lo bendecida que era. Sentía que Él estaba conmigo, y eso me daba paz, estaba tranquila. Nada de lo vivido en ese proceso hubiera sido lo mismo sin Él.

Mi mensaje de amor

Mi vida fue terrible. Atravesé experiencias traumáticas, muchas lágrimas, dolor, tratamientos por años con psicólogos y psiquiatras. Pero cuando llegué a Dios, Él me estaba esperando. De hecho, nunca dejó de estar a mi lado, ni siquiera en mi pasado. Y cuando llegué a sus pies, me transformó a los casi cincuenta años.

¿Quién dijo que todo está perdido? Empecé una nueva vida. Un camino angosto, como dice Su palabra, pero con Él a mi lado. Ya viví más de la mitad de mi vida, y anhelo que en esta etapa todo lo que viva sea conforme a Su voluntad.


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