Читать книгу Antología 10: Planes divinos онлайн | страница 23
Las amé. Fueron mujeres que hicieron crecer mi esperanza. Marcaron mi vida, haciéndome notar que era valiosa para ellas. Entonces, sentí en mi corazón un profundo agradecimiento. Tanto, que quería llegar a Dios y decirle “gracias, muchas gracias”.
A las pocas semanas encontré la iglesia por la que había orado para congregarme. Y allí estaba. Casi sin expectativas, pero con muchísimo agradecimiento. Nada me hacía imaginar, y nadie -incluida yo- pudo anticipar que ahí empezaría a vivir otra vida.
Llegué con un corazón totalmente agradecido, y entonces le dije: “Señor, sólo vengo a agradecerte todo lo que has hecho por mí”. Pensaba, claro, que sería sólo eso. Pero Él tenía otros planes. Cuando menos lo pensé, iba tres veces por semana a las reuniones y sentía que me estaba enamorando de aquel que había estado esperando por mí, de mi Señor. Y todo era poco. Empezaba a alimentarme en cada reunión. Ya no escuchaba más que alabanzas, y solo leía su Palabra.
Acepté al Señor y le entregué todas mis cargas. Deseaba que Él pudiera darme la paz y el sustento que tanto necesitaba. Claro que me daría más que eso: Amor, perdón, fe, seguridad, sanidad. Su gracia se posaba sobre mí, mis hijos y mi familia.
Comenzó lo que llamo “la mejor etapa de mi vida”. Descubrí cada día su amor, su interés en mí. ¡Era tan emocionante! Y lo maravilloso es que hoy sigo gozando de eso y más. Cada área de mi vida se iba modificando, cada mochila de cargas era llevada por Dios. Ya no era la misma persona. ¡Qué cambio!
En mis desiertos contigo
A los ocho meses de congregarme tomé la decisión de bautizarme. ¡Qué gratificante! Fue tan emocionante para mí. Dediqué el día sólo al Señor. Ese domingo fueron alabanzas y oración, Dios manifestándose en mi vida de una manera sobrenatural. Me obsequió uno de los días más hermosos de toda mi existencia.
Mi vida había cambiado, dio un giro de ciento ochenta grados. Estaba en esa etapa en la que debía responder a preguntas como: “Ya no eres la misma, ¿qué te pasó?”. Entonces le decía al Señor: “Padre, lo estoy haciendo bien. De esto se trata. Reflejar lo que estás haciendo en mi vida. Soy luz ahora, mi Dios”.