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Uno de los 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana (1928), del amauta José Carlos Mariátegui, contiene el esclarecido estudio “El proceso de la literatura”, del que el profesor Solomon Lipp juzga con precisión que se trata de:

una brillante interpretación de la “superestructura” del escenario peruano. Su análisis del proceso literario sigue las líneas generales de una orientación sociohistórica. Los cambios sociales de una época tendrán sus repercusiones en la creación literaria de esa época. De ahí que Mariátegui divide la historia de la literatura peruana en tres períodos, designados respectivamente como el colonial, el cosmopolita y el nacional. Los dos primeros son para él negativos, en el sentido de que impidieron la nacionalización de la literatura peruana. En el primer caso, la influencia excesiva de España fue un obstáculo: en el segundo, lo fue la penetración extranjera. Hay que esperar hasta llegar al tercer período, el nacional, para que el país alcance su propia personalidad. (Perspectivas literarias en José Carlos Mariátegui, 1995)

Tiene sentido pensar que el ensayo de Mariátegui está escrito con una fibra política, pues el hecho de que integre un volumen que constituye una revisión ambiciosa y severa del país —tanto un ajuste de cuentas a la política peruana, como un proyecto de futuro socialista—, da prueba de su ímpetu revolucionario.

Y lleva adelante la consigna marxista: la realidad no es la idea sino la materia y está sometida a un proceso de constantes contradicciones. Y es el hombre, como ser protagónico y activo, llamado a transformar la realidad. Por eso a Mariátegui no le preocupa tanto indagar en el pasado ni fijar las bases de una tradición sino, sobre todo, descubrir las brechas y las fricciones internas de la sociedad peruana y enrumbar hacia condiciones socialistas: “el problema de nuestro tiempo no está en saber cómo ha sido el Perú; está, más bien, en saber cómo es el Perú”.


Literatura oral y literatura infantil6

Provengo de un país privilegiado, diverso y herido, con una poderosa cultura ancestral que resistió durante décadas la enérgica penetración española y que aún sabe poner su mejor rostro a las contemporáneas corrientes invasivas de Europa y Norteamérica. La llamada Conquista Española del siglo XVI impuso, a sangre y fuego, una creencia religiosa y un estilo de pensamiento que era traducido por un precioso idioma. El merecidísimo prestigio de la lengua castellana como expresión literaria, nace precisamente durante los ardorosos años de la Conquista y se consolida en la Colonia. Cuando el dominico Bartolomé de las Casas miraba aterrado la insania destructiva contra los pueblos de América y redactaba con indignado pulso su Brevísima relación de la destrucción de las Indias, iban fraguándose los genios literarios de la Época de Oro. Aunque resulte duro aceptarlo es imperativo recordarlo: mientras la magia de las huacas, la riqueza material y las artes del Incanato eran avasalladas por la pólvora de bombardas y arcabuces, hasta no dejar piedra sobre piedra, las ilustres plumas de Lope de Vega y Cervantes componían sus obras imperecederas.


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