Читать книгу Paisaje de la mañana онлайн | страница 47

Se ha repetido a menudo el poder del alfabeto de hierro sobre el hierro de las armas. Gutenberg, como sabemos, reemplazó las tablillas de madera por los primeros ‘tipos móviles’ confeccionados de metal. De ese modo, la demorada caligrafía de los frailes copistas pasó a ser la reproducción mecánica de textos e imágenes sobre papel y la imprenta, la madre revolucionaria del siglo XV, ocupó un lugar preponderante en la cultura de occidente. Tenemos, de ese modo, que en un corto periodo de tiempo la nación del Tahuantinsuyo —que comprendió parte de los actuales territorios de América del Sur— fue arruinada y sometida a un pensamiento foráneo, a una lengua indómita y a una literatura impresa. Si bien nuestros pueblos poseían una simbología cromática y gráfica, y utilizaban eficaces sistemas de contabilidad, carecían de la noción ‘letra’7.

Generación tras generación de peruanos hemos entrado al siglo XX estudiando en la escuela la asignatura de Literatura Peruana que empezaba con la Literatura de la Conquista y la Colonia. Se omitía cualquier vestigio de creación literaria anterior al testimonio de las crónicas, redactadas, por supuesto, por los clérigos y escribidores de la época. Los maestros de colegio no se detenían a preguntarse por qué una literatura nacional era levantada por manos extranjeras. Grandes mamotretos religiosos o relaciones de prodigios, donde resplandecía una fauna y una flora portentosa, eran dictados por espíritus interesados en algún favor de la corona española o en alguna prebenda divina. No obstante, desde muy pequeños aprendíamos, en la asignatura de Historia del Perú, que el origen del Imperio Incaico residía en una historia maravillosa. Nadie ponía en duda la veracidad de ese relato. Me refiero a “La Leyenda de Manco Cápac y Mama Ocllo”, dada a conocer por el Inca Garcilaso de la Vega, cronista mestizo, hijo del capitán español Sebastián Garcilaso de la Vega y de la ñusta Isabel Chimpu Ocllo, nieta de Túpac Yupanqui, quien establece con sus Comentarios reales8 una de las piedras de toque de nuestra historia, gracias a su esmerada educación occidental, pero, sobre todo, al oído que prestó de niño a la voz de su madre y de los amautas incas, conocedores a fondo de la mitología_y cultura aborigen.


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