Читать книгу No olvido, recuerdo онлайн | страница 29

¿Por qué decidió entrar al grupo, le gustaba el baile folclórico? ¿Era el ballet folclórico de la Universidad de Guadalajara?

No, no, todavía no. Uno de mis compañeros era el vicepresidente de la Sociedad de Alumnos y nos dijo: «¡Métanse, no sean coyones, al cabo que no se les cae la mano!» Entonces volteó con Ramón Orones y le dijo: «¡Oye, aquí hay unos que quieren entrarle!» Él le respondió: «¡Vénganse, para algo han de servir!» Nos agarró a coscorrones y ahí fue cuando yo empecé a mover los pies. Nunca había participado en un baile. En la primaria y la secundaria había estado en escuelas exclusivas para hombres, no teníamos contacto con mujeres para nada. Por eso éramos medio reservados, retirados. Ahí, de repente, ¡zaz!

Me encontré con una señorona del folclor jalisciense: Guadalupe Vargas, la Gata, le decíamos. Era una señora con unos calzonzotes: «¡Acérquese, no sea coyón!» Nos hacía que entráramos. Antes bailábamos con nuestra pareja y nos divertíamos con ella. Claro, la danza ha evolucionado y ha cambiado, ahora bailan para el público y quítate porque me tapas. Allá no era más que el convivir y gozar el baile. En los primeros bailes no nos preocupábamos por las coreografías: que la línea, que vete para allá, eso no. Entonces era: tú baila con ella, diviértete con ella. El maestro Emilio Pulido nos decía: «Mira, si tú te vas a divertir bailando con ella, la gente que te vea se va a divertir». Era muy padre porque se dio una comunicación con la gente, eso fue lo que me animó a entrar.

Otra de las razones por las cuales me uní al grupo fue el hecho de que salían de gira. Nosotros también queríamos salir, aunque fuera a Hostotipaquillo. Se llamaba Grupo de Bailes y Danzas Regionales de la Escuela de Artes Plásticas. Después de que ganamos el primer concurso de la zona occidente, la Universidad nos prestó un camión que tenía el nombre de la Universidad. Nos permitieron colgarle una manta a los lados que decía «Grupo de la Universidad de Guadalajara». Fue la primera vez que, por presencia, nos pusimos así. Al regresar nos recibió el rector, Ignacio Maciel Salcedo, y nos dijo: «Muchachos, lo que quieran», y empezamos: queremos salón, tocadiscos, un salón con duela. De este modo comenzó a fluir el apoyo de la Universidad, y fue tremendo, ya que se dio en toda esa etapa. A Viña del Mar fuimos ya como Grupo de la Universidad de Guadalajara. Eso le dio auge al grupo.


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