Читать книгу No olvido, recuerdo онлайн | страница 20

Eso sí, por experiencia, alguna vez le decía a los alumnos que una fuente de las hipótesis es la experiencia: si yo les digo que si el hombre entra a prisión, la mujer sigue y lo apoya, y si la mujer entra a prisión, el hombre abandona, ¿es una hipótesis? Decían que sí y era muy clara para entender, porque la experiencia me ha dicho que cuando ella llega, los que siguen son los hijos, algunos, y los padres por lo general abandonan. Muchas de ellas están absolutamente solas; el hombre, su pareja, no espera, no sé si porque la carga social sea mucha.

También tuvimos que hacer el rescate de algunas de las parejas, pero hasta de nombre y trabajo se cambiaban, o eran cubiertos por la complicidad de los trabajadores de los compañeros. Por ejemplo, en un taller aseguraban: «No, no, ya no trabaja aquí. Qué pena, usted viene de Puente Grande». Después fuimos un poco más listas, pues dejábamos el vehículo y caminábamos sin darles tiempo de que le avisaran: «¡Oye, ahí vienen!» o «¡Escóndete!» Entonces nos aseguraban que sí irían, pero no cumplían. Después tomaban más precauciones y no los volvíamos a localizar. En cambio, vemos a mujeres en el crucero con bolsas de comida, unas embarazadas, otras con un chiquito en brazos y otro caminando. Ellas van, no hay restricción ni limitación, la mujer da de manera completa, pero el hombre no es recíproco.

Pasó el tiempo y seguí en la sección femenil. Cuando decidí separarme pedí licencia, pero me dijeron que no era posible. ¿Por qué mi separación? Contesto a esta pregunta en un capítulo de mi tesis de maestría cuyo tema de estudio fue Oblatos, en particular los testimonios que dejaron los internos varones en las paredes de Oblatos. En el caso de las mujeres, ni en los baños vi graffiti ni dibujos ni obscenidades, eran limpias. También conocí los baños y las regaderas de Puente Grande en el área de mujeres y había mayor control que en la de los varones.

Muchas veces les comenté a mis alumnos sobre la salud mental de los internos y las internas. Nosotros trabajamos muy cerca del dolor y a veces nos contaminamos, es duro. En una ocasión platiqué con una joven que estaba en Puente Grande y me dijo que una persona estaba enferma y que le faltaban todavía tres años para jubilarse, tenía veintitantos años en el sistema penitenciario. Les explicaba a mis alumnos la importancia de la salud mental de quienes trabajamos con personas y con el dolor.


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