Читать книгу Antología 10: Planes divinos онлайн | страница 38
Cuando tenía diecisiete años empecé a servir al Señor, y recibí por primera vez un llamado a predicar Su Palabra. Estaba viviendo un tiempo maravilloso con Dios. Recuerdo un día que me pasó algo inesperado e inolvidable. Saliendo de una de mis clases de liderazgo de la iglesia, Dios me habló. Ese no había sido un buen día, y yo iba caminando enojada, hablando mal de mi maestro de la escuela de liderazgo. En ese momento, Dios me calló con estas palabras: “No hables así de él, porque ese joven será tu esposo”. Fue una experiencia muy increíble, tuve tanto temor que ¡nunca se lo conté a nadie! Estaba con un temor real. Así que nadie lo supo hasta un buen tiempo después.
Saliendo del camino diseñado
A pesar de esta palabra que recibí de Dios, de que Él ya tenía a alguien para mi vida, no lo creí. Y cometí un grave error: inicié una relación de noviazgo con un joven que no conocía a Jesús. Un buen amigo de la escuela secundaria, muy buena persona, y amable. Me alejé del Señor, y aunque nunca dejé de ir a la iglesia, mi corazón no estaba en sintonía con el corazón de Dios. Había caído en una trampa, cedí a mi propio razonamiento sin consultar a Dios, y fui desobediente.
Pensar que podía llevar una relación de noviazgo con alguien que no compartía el mismo amor, pasión o interés por los caminos del Señor, fue un grave error. Creer que podemos acercar a alguien a Cristo a través de una relación, es una grave equivocación. Tampoco debemos olvidar que Satanás va a seducirnos para que el plan de Dios en nuestras vidas no se cumpla. Tener una relación con una persona inconversa nos aleja del plan y el propósito de Dios. Empezamos a vivir lejos de lo que la Palabra de Dios dice, y nos lleva a vivir una vida fuera de Su perfecta voluntad.
Durante este tiempo dejé de tener una relación cercana con Jesús, de orar y leer Su palabra. Dejé de servir, dejé de crecer espiritualmente, y de asistir a eventos de la iglesia; solo asistía los domingos. No tenía amigos cristianos, y evitaba estar cerca de personas que servían a Dios.