Читать книгу Antología 10: Planes divinos онлайн | страница 10

Cuando a mí me pasó esto, pude sentirme como cuando era niña, ¡tan amada y apreciada! Tuve la seguridad de que no era uno más de los tantos intentos fallidos de encontrar la paz y el bienestar. ¡Un extraño poder me hacía sentir muy segura de que era Él! Siempre había esperado al caballero que me rescatara de la prisión en la torre, como en tantos cuentos que había leído. Pero Él estaba rescatando mi corazón y mi alma, y movía el cielo a mi favor. El Señor me estaba bajando el cielo y las estrellas, y las colocaba como alfombra, ¡para que allí yo caminara y viera el destello de su gloria!

Como dice su Palabra, donde abunde el caos, sobreabundará la gracia de Dios. Y allí, en aquel momento, se estaba cumpliendo esta palabra. Era este caballero el que amaba mi alma, quien me sedujo con su dulzura, y me daba la libertad de elegir; que me conocía como ni siquiera yo me conocía. ¿Cómo este Ser que yo no veía, podía derribar en un instante toda esa estantería llena de mentiras, dolor, ansiedad, miedos, inseguridad y dudas?

Y en ese lugar, ¿por qué justo allí? ¿Cómo había escuchado Dios mis declaraciones, que las mismas personas que yo cuestionaba y juzgaba, eran ahora los instrumentos para acercarme a Él? ¿Cómo podía una simple oración provocar semejante encuentro? ¿Cómo tanta desesperación podía convertirse en semejante caudal de dulzura y bálsamo a mi corazón?

A través de ellos, de esos jóvenes, fui conociendo sus vidas. Aprendí que habían sido dañados en su infancia, y entendí que había algo más. No era solo la droga la causa de sus problemas.

Una tarde me preguntaron: ¿Quieres acompañar a una jovencita que viene a rehabilitarse? Tendrías que leer con ella la Palabra de Dios, y acompañarla. Mi respuesta fue: ¿¿Yo?? ¿Cómo podría Dios usar a aquella que no los podía ni ver, que se enojaba tanto porque alguien se drogara, que manifestaba: “se drogan porque quieren”? ¿Con qué cara podría enfrentar a esta chica, si un día había juzgado sus caminos? Qué gran lección tendría el Maestro para esta prejuiciosa que había en mí.


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