Читать книгу Cuentos de Asia, Europa & América онлайн | страница 27
Si llovía, se mojaba; o no se mojaba; o mejor dicho, parecía no mojarse: no le resbalaba el agua desde los hombros, no le caía por la espalda del traje gris oscuro, no se despeinaba, no entrecerraba los ojos contra las gotas de lluvia. Sólo pasaba, seguía pasando. Lo que sí cambiaba era la hora. La primera vez había sido, ella se acordaba muy bien, a las nueve y cuarto de la mañana. Y en los días sucesivos, a las diez y media, a las ocho y cuarto, a las once, hasta que ella dejó de contabilizar el tiempo. Pasaba, el hombre pasaba y ella lo esperaba y una vez que pasaba podía dedicarse a la casa o salir o hacer lo que se le diera la gana; pero hasta que el hombre no pasaba, ella esperaba. Lo esperaba y él pasaba. Nada cambiaba nunca.
O sí.
Desde aquel día a las nueve y cuarto de la mañana algo había cambiado y ella no se daba cuenta de qué. Es que no podía, no podía eso, eso de darse cuenta y no podía porque esperaba atentamente a que el hombre pasara y la atención se le iba en eso, se ocupaba en eso de esperarlo a que pasara y, cuando pasaba, mirarlo atentamente a ver qué otra cosa descubría y entonces no le era posible ver, saber, hasta que vio y supo por ejemplo que la mañana parecía siempre nublada, siempre todos los días en los que el hombre pasaba que eran todos, y que aunque hubiera sol y ella lo hubiera comprobado, cuando el hombre pasaba estaba nublado, se nublaba el cielo. Eso era distinto, aunque otros aspectos del día no lo fueran.
O tal vez sí, pero no el día.
Fue en ella y no en él en donde descubrió que algo más había cambiado y ese algo era las fechas. Cómo puede ser que una confunda las fechas. Un pequeño tropezón puede ser hoy es miércoles ah no hoy es jueves, eso sí. Pero confundir los meses y, peor aún, los años, eso era por lo menos llamativo y tenía que ver con el hombre que pasaba por su jardín; ella no estaba segura de dónde estaba el vínculo, pero sí estaba segura de que la presencia del hombre, por mínima que fuera, corta como era, sostenía la trama difusa de los años y los días. Estamos en 2015; no, en 1768. ¿Seguro? Seguro. ¡Pero no! Es el año 1919. Claro, sí, de eso sí que estaba segura. Pero al día siguiente era 1497. El diario, se le ocurrió: el diario, tengo que ir a ver la fecha en el diario. De modo que fue a ver la fecha en la parte de arriba de la página del diario y era el 14 de diciembre de 1911. Claro, por supuesto, diciembre de mil novecientos once, cómo podía haberse confundido, qué raro.