Читать книгу Salvos por gracia онлайн | страница 4

No existe ley entonces para los cristianos, según su entender. Y unos párrafos más adelante, dice en la página 14:

“La ley tiene por finalidad revelar al hombre su pecaminosidad y mostrarle la necesidad de un Salvador”

Cita como fundamento, (Romanos 3:20) “… ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él, porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado”. Y (Romanos 7:7) “¿Qué diremos pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley…”

Me gustaría preguntarle al pastor Fernández cuál de sus aseveraciones es la correcta, ya que son contradictorias, o no hay ley porque solo estuvo vigente hasta la muerte de Cristo, o sí hay ley, y su finalidad es mostrarnos el pecado…

Obviamente, es el segundo párrafo el que concuerda con las Santas Escrituras. La ley es un espejo que nos muestra el pecado, no es un medio de salvación. Sin embargo, cuando nos miramos en ese espejo y nos vemos sucios, ¿Qué hacemos con el espejo? ¿Lo tomamos con ambas manos y lo pasamos por el rostro para que nos limpie? ¿O lo arrojamos a la basura para no ver que estamos sucios? En el primer caso, ¿Nos limpiará el espejo? Y si lo arrojamos para no vernos, ¿No seguiríamos estando sucios?

Lo mismo ocurre con la ley de Dios, se puede caer en el error de intentar limpiar con ella nuestro pecado, cumpliendo con cada mandamiento (justificación por obras) lo cual sería imposible, porque la ley (espejo) no limpia, solo limpia la sangre de Jesús. O podemos caer en el otro extremo, desechar la ley para que no nos muestre el pecado, y así sentirnos limpios, aunque no lo estemos, (falsa justificación por fe).

La conclusión es simple, la ley no puede ser desechada, no caducó al morir Cristo, ella nos muestra el pecado que hay en nosotros y nos hace ver la necesidad de un Salvador, es entonces cuando Jesús nos perdona, nos limpia, nos justifica por sus méritos en la cruz, y como a la mujer adúltera nos dice “vete, y no peques más”.

Juan dijo que “el pecado es infracción de la ley” (1° Juan 3:4), entonces podemos decir que Jesús mandó a la mujer adúltera no transgredir más el séptimo mandamiento que dice “no cometerás adulterio”. Una vez recibida la gracia, debía continuar su camino en armonía a la ley de Dios, como fruto de su nuevo nacimiento.


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