Читать книгу Paisaje de la mañana онлайн | страница 39

Nadie discute hoy la importancia de los cuentos del folklore europeo recogidos por Jacob y Wilhelm Grimm, ni los cuentos de Perrault o Andersen, ni las novelas de Carlo Collodi, James Barrie o Lewis Carroll. Estos nombres están unidos a sus obras, que juzgamos imperecederas. Ha sido la llamada comunidad literaria —la academia, los críticos y los lectores— que los ha instalado como clásicos de la literatura infantil universal. Pero en el Perú, donde hay apenas unas líneas dedicadas a la literatura infantil en las páginas de nuestras historias literarias, donde no hay crítica ni teorías preocupadas en este género, donde no hay revistas, y apenas un par de premios que atiendan a la creación literaria para niños, qué institución social o qué personaje puede arrogarse el delicado papel de discernir el trigo de la paja; es decir, descartar a muchos autores y elegir a los pocos que pasarán por el ojo de una aguja.

¿Quién canoniza y qué debe canonizarse de nuestra literatura infantil y juvenil? Creo que en nuestro país, por la manera cómo ha irrumpido el género a través de la escuela, que ha devuelto a la literatura a su estado pedagógico primigenio, sujetándolo a la enseñanza, es a la institución educativa escolar y a sus maestros a quienes les corresponde este papel de supervisión y fijación de obras y autores. En su diálogo sobre la retórica titulado Fedro o de la belleza, la sabiduría de Platón nos aclara por voz de Sócrates que “A unos les es dado crear arte, a otros juzgar qué de daño o provecho aporta para los que pretenden hacer uso de él”. Como maestro de escuela que fui puedo atreverme a especular sobre el tema y a sugerir algunas manifestaciones y unos pocos nombres. He escrito con prudencia atreverme a especular, porque estoy muy lejos de ser un experto en el tema. Por lo tanto, soy consciente de que soy incapaz de ofrecer un panorama general de la literatura infantil en el Perú. Solo alcanzaré a señalar lo que muchos de ustedes advierten —especialmente profesoras y profesores— en un terreno fértil, pero todavía poco conocido y confuso.


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