Читать книгу No olvido, recuerdo онлайн | страница 40

A Ignacio Díaz Morales lo considero mi segundo padre. Me enseñó mucho la parte espiritual de la vida y a trabajar lo más limpiamente posible como arquitecto. Le guardo una grata memoria. Trajo siete profesores de Europa. Cuando yo estaba en el segundo año de arquitectura ya trabajaban con nosotros cinco profesores europeos, entre alemanes, italianos y franceses. Él dejó a un lado la profesión en la que ganaba bien para dedicarse de lleno a la arquitectura; es el personaje al que más le debemos. Me gustaría que la Universidad lo nombrara Doctor Honoris Causa post mortem y voy a hacer el intento al respecto.

En la licenciatura, ¿qué cosas descubrió, cómo se fue enamorando de su profesión?

Desde la teoría de la arquitectura... En realidad, en Estados Unidos y en Inglaterra se encuentran las pocas universidades que imparten esa materia, le llaman de plano filosofía de la arquitectura. Eso explica todo: es el pensamiento profundo de la raíz de la arquitectura, su esencia y su futuro. Ésa era la materia que más me gustaba. Las otras eran geometría descriptiva, en la que muchos sufrían, y estructuras.

¿Había alguna que le costara trabajo?

Le confieso que diseño, la esencial en arquitectura. Nunca he sido un diseñador de primera, pero al mismo tiempo gozo diseñando porque en el diseño concurren tanto filosofía, geometría, proyección y todas las instalaciones y las estructuras, todo eso es un mundo. Estoy muy enamorado de mi profesión y creo que Dios me ayudó a orientarme bien en lo que más me gusta en mi vida.

¿Cuál era la tendencia en la arquitectura cuando usted estaba estudiando?

Como todavía se estaba viviendo el reflejo de una reacción sembrada allá por los años treinta contra el academicismo, entonces nació una escuela de diseño que se llamó el Bauhaus, en Alemania. Mi director, Nacho Morales, era un seguidor de esa doctrina, a la que también se le llamó funcionalismo, en la cual la obra debe expresar lo que en realidad está ocurriendo adentro. Por ejemplo, que una casa no parezca templo, que un templo no parezca gasolinera y que una gasolinera no parezca templo, sino que exprese la función que está albergando. Ésa era la tendencia.


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