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¿Cuál fue su primera impresión de México?

Vine directamente a Guadalajara, ya que estuve sólo unas horas en la Ciudad de México. Me pareció una ciudad tranquila comparada con Hamburgo. Lo maravilloso era el sol, todo era primavera, aunque la gente decía: «¡Uy, qué frío hace!», lo que me hacía mucha gracia, pues venía de una ciudad donde pueden pasar tres años sin salir el sol, literalmente hablando, porque unas veces hay lluvia, otras hay niebla o cae nieve.

Nosotros tuvimos suerte porque no nos tocó un clima tan cerrado cuando vivíamos allá, pero sí es un clima muy duro. Al llegar aquí era la primavera y me llamaban mucho la atención todas esas bebidas elaboradas con frutas, las aguas famosas, de sandía, por ejemplo. Recuerdo unas en la calle Morelos; cuando vi esa copa tan grande, dije: «¿Esto qué es? ¡Esto va a costar un millón de pesos por lo menos!» No, son las aguas normales para la comida.

¡La jamaica, qué cosa tan exquisita! ¡Las nieves! ¡Los helados! Cuando uno va a otro país, si permanece en él una semana puede escribir un libro; después, anécdotas, diferencias y todas esas cosas. Si pasa un mes, puede escribir un artículo; si es un año, una notita, y si pasa más tiempo, ya nada, porque ya no se sabe nada realmente, se va descubriendo la complejidad del país. Por ejemplo, la sociedad mexicana es muy compleja, no es fácil entenderla de primer momento. Me quedé deslumbrado por todas estas cosas externas, que me llamaron la atención. Creo que ha habido una evolución muy fuerte, sobre todo el crecimiento de las universidades en la zona centro. Por desgracia, no conozco ni el norte ni el sureste de la república, pero sé por referencias que por todas partes se han multiplicado y replicado maestrías, doctorados, una cantidad de gente que tiene ganas de aprender; eso ha sido en estos treinta y tantos años una evolución clarísima.

Cuando llegué a la clase de Letras, inicialmente eran 25 alumnos: 23 eran hombres y dos chicas. Ahora se han invertido; la mayoría son mujeres y hay dos o tres muchachos. Fíjese cómo ha crecido Filosofía (uno dice ¿eso qué es? y ¿para qué sirven todas esas preguntas?), que tuvieron que abrir cursos durante la mañana porque no hay salones para recibir a tanta gente. Esto es en verdad muy bonito, aunque tiene sus contras y se podría hacer críticas, pero creo que más allá de todas éstas, México está evolucionando.


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