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Teatro para niños

Aunque conozca muy poco del teatro para niños que se ha cultivado en el Perú, es justo dedicarle unas líneas a esta práctica casi inexistente y, sobre todo, hacer un homenaje a aquellas personas que contra viento y marea ejercieron la creación, la enseñanza o la crítica de este género poco reconocido. Cuando se habla de narrativa o de poesía contemporánea en el Perú, es fácil distinguir sus iconos representativos (Arguedas o Ribeyro, Eguren o Vallejo); pero en el teatro nacional, teniendo el precedente del drama quechua Ollantay y contando con dos modelos antagónicos del costumbrismo del siglo XIX como fueron Manuel Ascencio Segura y Felipe Pardo y Aliaga, no ha surgido una figura de gran ascendiente en el siglo XX.

Me sorprende además que no se haya aprovechado adecuadamente el teatro en las escuelas, entre niños y niñas, siendo como es un género literario de naturaleza colectiva y dinámica, con inmensas propiedades lúdicas y formativas. En los colegios donde enseñé, con excepción de Los Reyes Rojos, no había teatro como práctica constante —las actividades vespertinas se limitaban a los deportes y algún taller de reforzamiento académico—, aunque no faltaba una escena teatral o un sketch en las actuaciones bien por el día de la madre, del maestro o de fiestas patrias. Eran siempre montajes efectuados con la mejor intención, pero a menudo resueltos a última hora, bajo una dirección desorbitada y con pataletas de alumnos y padres de familia. Al final la puesta en escena resultaba apresurada y divertida, aunque la obra fuera una representación dramática.

En la actualidad que visito muchos colegios, no dejo de preguntar, cada vez que converso con los docentes, por tres aspectos que considero complementarios para formar en los estudiantes una cultura escolar: la biblioteca de la institución, el cine que ven en el aula y el teatro al que asisten con sus alumnos. La cara de sorpresa de los docentes es elocuente. Qué hago preguntando eso en lugar de debatir sobre la malla curricular y las estrategias de lectura. Creo que urge reflexionar sobre los conceptos que modelan los estudiantes de todo aquello que no figura en el currículo oficial y que la pedagogía ha denominado currículo oculto10; en ese sentido, qué noción construyen los alumnos del teatro, del cine que atiborran las pantallas o de la música que consumen como fast food, a lo loco y sin nutrirse.


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