Читать книгу Paisaje de la mañana онлайн | страница 61

Genial. Es mi sueño. Es que yo no entiendo cómo uno puede dictar sin haber hecho teatro, narración de cuentos… no entiendo cómo puede uno enseñar sin tener la perfecta conciencia de que está siendo un one-man show, una one-woman show, delante de un público. Y que eso es bello, pero debe trabajarse. Yo he tenido bastantes profesores aburridos que, sin duda, me decían cosas muy valiosas, pero las decían tan mal que yo me olvidé de inmediato.

A mí me encanta el concepto que se sostiene en el profesor como un buen actor.

Para mí está clarísimo. La actuación aporta tanto a mis clases como los propios conocimientos.


La función de las editoriales

Como el paso de un tren de alta velocidad, nuestra sociedad ha presenciado la última década el agitado tránsito de editoriales nacionales y extranjeras interesadas en introducir sus publicaciones en las escuelas del país, gracias a los benditos vagones del Plan Lector. Una serie de factores ha amplificado el fragor de este tren bala y lo ha convertido en un fenómeno de cultura mediática: los resultados de las pruebas PISA, la maltratada figura del docente, las polémicas en torno a la “televisión basura” y, sobre todo, el equívoco propósito de los gobiernos por mejorar la educación nacional.

Desde hace unos años, algunas casas editoriales han inaugurado su colección de libros infantiles y juveniles, y han apresurado sus catálogos para ocupar un espacio en los programas de lecturas de colegios públicos y privados. Han afiliado a nuevos autores —cuanto más famosos, mejor—, embellecido su propuesta gráfica y peleado palmo a palmo en las licitaciones que convoca el Ministerio de Educación. Ojalá fuera, me digo, una auténtica preocupación por cubrir el itinerario de la literatura infantil y juvenil, cuyo impulso debería estar más vinculado a la difusión de textos valiosos y a la construcción de lectores competentes que a un provecho de naturaleza empresarial.

Me dirán que pienso desde la utopía —esa isla con ideales creada por Tomás Moro12— y no se equivocan, pues sostengo que todo vehículo transmisor de cultura debiera asumir el compromiso de renovar la sociedad. De hacerla más digna. Y ese papel le corresponde a las editoriales, sobre todo a aquellas que incursionan en el ámbito de la escuela. Las grandes editoriales que trabajan en el Perú desde hace décadas, específicamente Santillana y Norma, iniciaron sus planes de lectura asociados a la promoción y venta de manuales escolares. Es decir, la campaña en favor de la lectura de niños y jóvenes nacía en el Perú no como una preocupación del Estado ni de la sociedad civil, sino gracias al empeño de unas empresas con indudable experiencia en ese terreno, y desde luego con mucha expectativa comercial.


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