Читать книгу Cuentos de Asia, Europa & América онлайн | страница 136
Un poco pronto para empezar a beber, aunque el whisky se bebe a todas horas, se dijo Lidia. Más aún en los hospitales. Lo había oído: se bebe mucho en las cafeterías de los hospitales, ¿o era en los tanatorios?
La mujer seguía allí, sin nada entre las manos —esta vez no había sacado la agenda—, excepto, a veces, el vaso, cuando volvió Néstor, que tenía prisa por abandonar el hospital. Quién sabe qué le habría dicho su amigo, qué conversación (breve) había tenido lugar entre ellos, cuáles eran, en fin, los pensamientos de Néstor. No se los comunicaría. Lidia lo sabía con sólo mirarle a la cara, la boca cerrada con cierta presión, los ojos, en otra parte.
Se apresuró a pagar su consumición. Echó una ojeada a la mujer, ¿qué miraba? No miraba nada. Pensaba o se había trasladado a otra parte, una parte del mundo donde los pensamientos no hacían falta.
Alrededor de Lidia, la gente de su edad se quejaba continuamente. Más que ella. Quizá fuera que Lidia llevara mucho tiempo padeciendo todo tipo de dolores y ya se hubiera acostumbrado. Quizá los dolores de los otros fueran superiores a los suyos. Pero eso era lo que había sucedido: con el paso de los años, se había nivelado con los demás. Ella misma se sorprendía de lo poco que se quejaba ahora. Tenía la impresión, en realidad, de no haberse quejado nunca. Había padecido sin quejarse. Aún padecía.
Daba largos paseos, como le había recomendado el doctor Brasso, el único médico que la había entendido, que la había ayudado a convivir con sus dolencias. Se sentaba en un banco bajo los árboles, ¡qué bien se estaba! Había llegado a ser feliz, se decía, eso era sorprendente. Así debe de ser la droga, o el alcohol, se decía. ¿No es esto lo que todos perseguimos, unos instantes de felicidad?
En las personas, se decía, he dejado de fijarme. Sólo me fijo en las cosas. Sobre todo, en los árboles. También en las luces, en el aire, en los olores. Me fijo en las cualidades de las cosas, la textura, el color. Ni siquiera en las cosas.
Un hombre se había detenido ante ella.