Читать книгу Cuentos de Asia, Europa & América онлайн | страница 135
Al llegar a su altura, Lidia la miró sin disimulo alguno. La mujer no le devolvió la mirada.
Aún no era la hora del aperitivo, la hora del vino blanco con aceitunas.
Pocos días antes de Navidad, uno de los amigos de Néstor tuvo que ser hospitalizado con urgencia. Había perdido el sentido de madrugada, en una fiesta. ¿Qué era lo que había tomado?, preguntaron los padres del chico a sus amigos. Néstor lo dijo enseguida, se trataba de una pastilla, un fármaco que, al combinarse con alcohol, provocaba una súbita e intensa euforia. El chico, después de la euforia, se había desmayado. Probablemente, saber lo que el joven había ingerido le había salvado.
La conmoción, afortunadamente, no tuvo consecuencias trágicas. Pero la tragedia les había rozado.
Lidia acompañó a Néstor al hospital a ver a su amigo, ya fuera de peligro. El chico había preguntado por sus amigos, quería saber cómo se encontraban, asegurarse de que estaban vivos. Le había entrado una gran preocupación por ellos.
—Te espero en la cafetería —le dijo Lidia a su hijo—. Tómate todo el tiempo que quieras. Me he traído un libro.
Lidia estaba leyendo Las crónicas del dolor, de una tal Melanie Thorston, que padecía un constante dolor en el hombro. Era un libro algo complicado, Lidia no se enteraba muy bien de todo lo que decía ni, menos aún, de las conclusiones que sacaba, pero le interesaba. Hablaba del dolor constante. De eso sabía mucho. Desde que había acudido al doctor Brasso, se sentía mejor, pero los problemas seguían, el dolor seguía. Siempre estaba allí, más o menos agazapado.
De manera que Lidia, sentada a una mesa, frente a su café, abrió el libro.
Fue entonces cuando vio a la mujer. Apoyaba los codos en la barra. Tenía las piernas, enfundadas en medias oscuras, cruzadas, flotando sobre el suelo donde se asentaba el taburete. La melena seguía igual de perfecta, las manos, cubiertas de manchas oscuras, adornadas con anillos y pulseras de oro, iban y venían, se posaban en el bolso de piel marrón.
Sobre el mostrador, cerca de sus manos, un vaso alto, ¿de whisky?