Читать книгу La Reina Roja онлайн | страница 20

Kilorn espera en la oscuridad, con la apariencia de un niño perdido. Supongo que lo es.

—¿Malas noticias? —la voz le tiembla, aunque intenta mantenerla firme.

—La resistencia puede sacarnos de aquí —por consideración a él conservo la calma mientras se lo explico. Dos mil coronas bien podría ser el valor del trono del rey, pero yo hago que parezca nada—. Si alguien puede hacer esto, somos nosotros. Nosotros podemos.

—Mare —la voz de Kilorn es fría, más fría que el invierno, pero el vacío de su mirada es peor aún—. Se acabó. Perdimos.

—Pero si apenas…

Él me toma de los hombros, me sostiene a una distancia prudente. No duele, pero me asusta.

—No me hagas esto, Mare. No me hagas creer que hay una forma de salir de esto. No me des esperanzas.

Tiene razón. Es cruel dar esperanzas cuando no hay ninguna. Únicamente produce rabia, rencor y desilusión, todas las cosas que vuelven esta vida más difícil de lo que ya es.

—Sólo deja que lo acepte. Tal vez… tal vez entonces pueda poner en orden mi cabeza, prepararme como se debe y tener una oportunidad allá.

Mis manos encuentran sus muñecas, y las aprieto con fuerza.

—Hablas como si ya estuvieras muerto.

—Quizá sea así.

—Mis hermanos…

—Tu padre se encargó de que ellos supieran a qué se enfrentaban mucho antes de que se marcharan. Y tienen la ventaja de ser enormes —fuerza una sonrisa que trata de contagiarme. Pero no lo logra—. Soy buen nadador y marinero. Me necesitarán en los lagos.

Hasta que él me envuelve y me estrecha entre sus brazos, no descubro que estoy temblando.

—Kilorn… —murmuro en su pecho y callo lo demás.

Debería ser yo. Pero mi momento se acerca a toda prisa. Sólo me cabe esperar que Kilorn sobreviva lo suficiente para volver a verlo, en el cuartel o en una trinchera. Quizás entonces encuentre las palabras correctas. Quizás entonces comprenda cómo me siento.

—Gracias, Mare. Por todo —él retrocede y me suelta demasiado rápido—. Si ahorras lo suficiente, podrás pagar cuando la legión venga por ti.

Asiento sólo por él, pero no tengo intención de dejar que combata y muera solo.


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