Читать книгу Paisaje de la mañana онлайн | страница 83

El hombre que vive en ese país no puede, pues, tampoco tener una reacción uniforme ante la vida. Su conformación étnica es tan diversa como el escenario en que se mueve. Al autóctono indígena, grave y retraído, de ingenua alegría y hábitos colectivos, se sobrepone el español ambicioso y extrovertido, de júbilo arrogante, de bronca soberbia y de hábitos individuales. Y ni siquiera es “un” español el que se sobrepone; ni había alcanzado a cuajar en “un” solo indígena, el autóctono. Son andaluces, castellanos, extremeños, los que aportan sus diversas modalidades psicosociales al Perú prehispánico. Y con esto, casi al mismo tiempo, llueve el hervor africano, el negro sensual, vistoso, decidor, plástico, aficionado a la danza, al rito, al paramento, emborrachándose con tonadas y bailes para olvidar sus cadenas, apunto tal que un historiador colombiano —Vergara y Vergara— apunta que “el español no dio alegría al negro, sino que éste se la dio a aquél, a pesar de ser esclavo”. No ha sido aún bien estudiado este aporte negro en nuestra expresión literaria, aunque ya don Ricardo Rojas suministra varias observaciones con respecto a la literatura popular argentina y a la estirpe Rubén Darío. Pero, en todo caso, sin insistir más en ello, puesto que no es este lugar oportuno para mayores reiteraciones, el negro modifica la contribución cultural española y mezcla a la gravedad de indios y españoles (ambos, razas cultivadas; ambos, expresión de dos mundos trabajados por el pensamiento y la ambición), su virginidad de selva intransitada, recién, entonces, abierta al sol.

Otros aportes más modelan sucesivamente al hombre del Perú, tanto desde el punto de vista físico como desde el espiritual. Con el español llegan algunos italianos que airean un poco más la atmósfera de las altas cumbres culturales. El andaluz se afinca en la sierra mucho menos que en la costa. El francés empieza a ejercer influencia a partir de la primera mitad del siglo XVIII en Lima, pero nada más que ahí. Después de la independencia, el sajón y, luego, aunque no es muy visible aún su afluencia espiritual, el asiático sólo en la costa. En tanto la sierra conserva su fisonomía predominantemente indohispana, más india que hispana. Cuna del “nuevo indio”, modificado por los mestizajes de sangre y de culturas, la sierra que en todo sentido constituye las tres cuartas partes del Perú, avanza poco a poco y establece sus fueros. En ese avance y en esa reivindicación de valores absurdamente pretéritos radica lo más importante del aspecto actual de la cultura peruana —“peruana”, no solo “del Perú”.


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