Читать книгу Paisaje de la mañana онлайн | страница 82

Admitido el distingo, me atrevería a enunciar una primera herejía crítica o socioliteraria: hubo “literatura peruana” solo hasta entrados los primeros cincuenta años de la Conquista española, (pese a la duda sobre existencia de “litterae”, de la letra, antes de la llegada de Pizarro al Perú, con quien por lo demás no advino la letra sino la iletralidad). Entonces sobrepusiéronse elementos importados, ajenos al genio del país, en una ola de imitación postiza, epidérmica, que ha durado, con raras pausas, hasta hace menos de treinta años. A partir de 1916, la inquietud vuelve a crear una “literatura peruana”.

Existe un hecho, común a todas las literaturas indoamericanas, sobre el cual conviene insistir. No se puede hablar de un acento uniforme en la literatura del Perú. Ocurre con ella lo que con el idioma español del tiempo de la conquista, por ser ambas —la literatura del Perú hasta hoy y el idioma español entonces— procesos en marcha, incompletos, enderezados hacia un objetivo. Cada región tenía entonces su dialecto, su jerga peculiar. Y América está salpicada de provincias dialécticas o regionales, lingüísticamente hablando, a causa del origen extremeño, andaluz, castellano, vascuence, gallego o catalán, que aquellas tuvieron. Cada zona de influencia poseía su fisonomía propia, sin que pudiera hablarse aún de comunidad de aspiraciones hispánicas. Bajo el aluvión de provincialismos pugnantes entre sí, la masa indígena tendió su resignación como el mejor estadio para realizar el mestizaje. Ella infundió unidad a las discrepancias comarcanas. Ella dio vida al idioma unitario soñado por Nebrija, en virtud de una profunda mescolanza de los parroquialismos peninsulares con la lengua general del indio atento y receptivo.

La literatura del Perú presenta hasta ahora características semejantes. El más superficial de los observadores comprueba, a poco que la examine, una afirmación fundamental: No hay un solo Perú; hay varios Perúes. Existe un Perú de la costa, un Perú de la sierra y un Perú de la “montaña” o de la selva; y, sicológica y económicamente hablando, existe un Perú del norte, un Perú del centro y un Perú del sur. Sí, en cuanto a naturaleza, los tres primeros son más determinantes, en cuanto a características sicológicas, los tres últimos tienen mayor beligerancia.


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